Puede que haya llegado el momento de que la empresas dejen de tratar las habilidades digitales como competencias transversales para ubicarlas en lo que siempre se ha conocido como cultura general (leer, escribir sin faltas, sumar, restar, dar los buenos días, etc.). Evidentemente no todo el conocimiento digital forma parte de esa cultura general, pero sí aquel sin cuyo desempeño los empleados somos simple y llanamente analfabetos funcionales.
Una de las aportaciones indiscutibles del desarrollo industrial fue ayudar a la reducción progresiva del analfabetismo más primario. Leer y escribir se convirtieron en conocimientos esenciales para acceder a un puesto de trabajo, por lo que la educación en aspectos tan básicos cobraba para toda la población una relevancia vital. Pero saber leer y escribir (habilidades a veces descuidadas pero plenamente vigentes) ya no basta para ser profesionalmente competentes; hoy son necesarias otras aptitudes digitales cuya adquisición no debe circunscribirse al ámbito laboral.
Redes sociales, relación digital de los particulares con las Administraciones, banca y comercio electrónicos, ciberseguridad, información a través canales digitales, ocio audiovisual on line, almacenamiento en la nube, domótica, …. Es imprescindible que en todos estos campos la ciudadanía se desenvuelva con naturalidad en sus usos más cotidianos. Para ello los estándares de aprendizaje no deben depender la la actividad de una u otra empresa o de uno u otro departamento, sino de las obligaciones educativas que tiene los poderes públicos para con la sociedad.

El riesgo de no hacer cultura de la digitalizacion es que se generen nichos asimétricos de conocimiento – tanto en las empresas como en fuera de ellas – en los que la tecnología y las habilidades conexas dejen de ser instrumentales para convertirse en factores de desarrollo al alcance solo de quienes posean tales conocimientos.